El Salmón

Salmón de 4,5 kg del río Masma 


Salmón de 6.7 kg de Ximonde, en el Río Ulla, capturado por mi amigo Javi


DISTRIBUCIÓN Y BIOLOGÍA DEL SALMÓN ATLÁNTICO

El salmón atlántico (Salmo salar L.) es un pez migrador anádromo: nace y pasa la primera fase de su vida en los ríos, para realizar después una primera migración al mar, donde vivirá un periodo de crecimiento. Una segunda migración le llevará de retorno al río, generalmente al que le vio nacer y allí cerrará el ciclo.

El área de distribución natural de esta especie es el océano Atlántico en el hemisferio Norte, aproximadamente desde el paralelo 41 hasta más allá del Círculo Polar Ártico. Se encuentra en el mar y en los ríos que desembocan en sus costas, tanto en la fachada europea como en la americana.

En Europa el límite histórico meridional de distribución natural es el ibérico río Duero, en el que hay constancia de pequeñas poblaciones extinguidas hace ya décadas. También hay documentadas capturas en el estuario del río Tajo e incluso PASCUAL MADOZ, en su “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar” (1847), llega a citarlo en el Guadiana. Ocuparía todas las cuencas fluviales atlánticas del continente hasta Escandinavia y Rusia, ya en el Ártico, incluyendo las Islas Británicas y el mar Báltico. También está presente en Islandia y Groenlandia.

En Norteamérica su presencia es conocida en ríos de Estados Unidos y Canadá, desde el río Connecticut hasta la Península de Labrador. La especie ha desaparecido de numerosos ríos donde antaño era abundante, y en los que persiste es menos numerosa que antes.

La biología del salmón está condicionada por las migraciones que realiza, ya que separan dos fases de su vida que se desarrollan en medios diferentes: el agua dulce y el medio marino. En este capítulo se detallan los pormenores del ciclo vital del salmón y las particularidades que presenta en la Península Ibérica.


EL NACIMIENTO


La reproducción de los salmones ocurre en otoño e invierno. En la Península
Ibérica empieza a final de noviembre o comienzos de diciembre y acaba a mediados de enero. Los huevos, que tienen un diámetro de entre 4 y 7 mm y son de un color anaranjado característico, una vez fecundados pasan un periodo de incubación enterrados entre las gravas de los nidos de puesta. Tras varias semanas se hacen visibles dos puntitos negros que corresponden a los ojos. 

La duración del periodo de incubación depende de la temperatura media diaria del agua. Cuanto más baja es la temperatura del agua, más tardan los huevos en eclosionar y viceversa. Por esta razón los huevos de
salmones ibéricos se desarrollan más rápidamente que los de las regiones más septentrionales, donde aunque los salmones se reproducen antes, la temperatura es menor y los huevos eclosionan más tarde.


Los salmones recién nacidos son pececillos de 15 a 20 mm de longitud que tienen un “saco vitelino” adherido al abdomen. Esta bolsa es una reserva de alimento que permitirá a los pececillos subsistir durante las primeras semanas de vida. Calados en la gravera, los salmones recién nacidos apenas se mueven mientras completan su desarrollo. Antes de que el saco vitelino se haya reabsorbido por completo, comienza uno de los momentos más críticos de la vida de esta especie: la emergencia de las graveras y la natación libre.


Es la fase en la que los alevines deben fijar su territorio y aprender a comer por sí mismos. Es tan crítica que en algunos casos la mortalidad en este periodo puede alcanzar el 90%. Los juveniles de salmón se instalan preferentemente en zonas poco profundas, con fuerte corriente, incluso velocidades superiores a 1 m/s, y sustrato formado principalmente por cantos de tamaño pequeño a medio (inferior a 20 cm de diámetro).

Cada individuo ocupa un territorio cuya superficie varía en función de su talla y que por lo general oscila entre 1 y 10 m2. De manera esquemática se puede decir que la nueva remesa de salmones reemplaza a sus congéneres que habrán emigrado al mar ese mismo año. Conforme pasan los meses y crecen, los juveniles de salmón comienzan a mostrar preferencia por hábitats algo más profundos y con granulometría más gruesa. En toda su fase de vida fluvial los salmones son marcadamente territoriales.

La primavera, con el aumento de temperatura y la proliferación de invertebrados favorece el crecimiento de estos animales. La base de su alimentación la componen larvas y adultos de insectos acuáticos, crustáceos y moluscos, además de insectos aéreos que caen al agua. Al final del verano, en los ríos de latitudes meridionales, los ejemplares suelen oscilar entre 6 y 12 cm. En los ríos árticos, por ejemplo, el crecimiento es mucho menor.


Los jóvenes salmones son peces fusiformes y esbeltos que se parecen a las truchas. Cualquier observador no habituado puede confundirlos. Diferenciarlos requiere fijarse en la cola, más escotada y hendida en los salmones, en la aleta adiposa, con un punto anaranjado en muchas truchas que nunca tienen  los salmones, en las aletas pectorales, más largas las del salmón y en la boca, en los salmones el final de la boca llega hasta la mitad del ojo, mientras que en truchas y reos lo sobrepasa. En esta fase fluvial los juveniles de salmón se conocen como “pintos”, por las pequeñas manchas negras y rojas que adornan su dorso y por las bandas azuladas verticales que presentan en los flancos. La librea varía en función de la zona donde se encuentran, ya que pueden mimetizarse con el entorno; el abdomen es más claro y el dorso más oscuro. En el opérculo presentan de 1 a 3 manchas negras muy aparentes.



LA MIGRACIÓN AL MAR


Los pintos inician la migración al mar en primavera, cuando han alcanzado una talla mínima de 12 a 13 centímetros. En la Península Ibérica los salmones viven uno o dos años en el río antes de emigrar, pero en latitudes más septentrionales pueden permanecer hasta cuatro y cinco años o incluso más.

La salida al mar de los juveniles tiene lugar sobre todo en los meses de abril y mayo. Los cambios que experimentan los pintos para adaptarse a su periplo marino son extraordinarios. Externamente cambian de aspecto, se hacen más alargados y delgados, pierden parte de su coloración oscura y adquieren una librea plateada, con tonalidades azuladas. En su comportamiento, pasan de ser animales muy territoriales,
solitarios y agresivos, a convertirse en individuos gregarios, que se agrupan en bandos o cardúmenes para viajar. 


Pero el cambio más importante es el que se produce a nivel fisiológico. Los jóvenes migradores preparan su organismo para pasar de la vida en agua dulce a la vida en el mar; para ello deben modificar su sistema de regulación osmótica, el que regula el equilibrio entre la salinidad del medio y la del propio organismo y adaptarlo a las nuevas condiciones marinas. Esta metamorfosis es el “esguinado” y constituye el segundo periodo crítico en la vida de los salmones, después de la emergencia.


Durante la migración río abajo los salmones han ido “memorizando” las características de su río de origen, lo que en un futuro les permitirá volver al cauce en el que nacieron. La naturaleza y los mecanismos de esta “memoria” siguen siendo una de las incógnitas que persisten hoy en día en relación con la biología de los salmones.


Una vez en el mar todos los salmones viven por lo menos un invierno en este medio, antes de iniciar su regreso al río. Parte de la población, una proporción más o menos importante según la cuenca de origen, pasará dos, tres o incluso más inviernos en el mar. Son los salmones “multinvierno”, que en su aventura marina llegan hasta el Atlántico septentrional y se concentran en los caladeros que se extienden desde
las Islas Feroe hasta Islandia, Groenlandia y Labrador, a más de 5.000 kilómetros de su origen. Los salmones, agrupados en pequeños bandos, se trasladan en mar abierto a la caza del “krill” que, junto con otros crustáceos, moluscos y pequeños peces, constituye la base de su alimento en el océano. La gran cantidad de crustáceos que entran en su dieta es la responsable del color rosa–anaranjado característico de la carne del salmón.



La fase de vida marina es la de máximo crecimiento para los salmones. Cuando salen del río, los esguines miden unos 15 cm y pesan alrededor de 40 g. Su viaje por el mar, desde los ríos de origen hasta las áreas de engorde sigue planteando hoy en día muchas incógnitas. Un esguín de 14 cm y 35 gramos de peso, marcado y liberado en el río Lérez en abril de 2009, fue recapturado a mediados de julio al Norte de Islandia; después de recorrer más de 3.000 Km, había duplicado su talla y pesaba casi 200 gramos. Tras un primer invierno de vida en el mar el crecimiento ya es espectacular. Salmones repoblados en Cantabria y pescados en la costa Oeste de Irlanda durante su viaje de regreso con un invierno en el mar, medían más de 60 cm y su peso superaba los 2,5 kg. Otros esguines repoblados en el río Bidasoa, al ser pescados en Irlanda con un invierno, sobrepasaban los 65 cm y los 3 kg de peso. Estos mismos salmones al llegar a las costas ibéricas uno o dos meses más tarde, pesan un kilogramo menos.